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Los calefactores a leña ofrecen un calor intenso, constante y de bajo costo operativo, ideal para zonas frías o casas grandes donde el gas o la electricidad son muy caros. A diferencia de los eléctricos, no dependen de la red, y frente a los de gas, no generan gasto mensual si tenés acceso a leña. Además, muchos modelos funcionan como hogar decorativo, aportando ambiente cálido y estética rústica. Son muy usados en casas de montaña, quintas o viviendas del interior, y con buen diseño pueden calentar hasta 200 m² o más.
La superficie que puede calentar un calefactor a leña no depende solo de las kcal/h, sino también del diseño, aislamiento térmico de la casa y tipo de instalación. Por ejemplo, un modelo como el Tromen París (27.000 kcal/h) puede calefaccionar hasta 240 m² gracias a su cámara de combustión avanzada y distribución de calor por convección. En cambio, un calefactor más pequeño como el Austral 7000 (7.000 kcal/h) alcanza hasta 65 m². Lo clave es elegir según el tamaño del ambiente, el aislamiento y la ubicación del equipo.
Un calefactor a leña se puede instalar en casas unifamiliares, quintas, chalets o cabañas, siempre que tengan salida de humos segura (cañería al exterior), buena ventilación y espacio libre alrededor. No es recomendable en departamentos o PH, ya que muchos reglamentos de copropiedad lo prohíben por riesgo de incendio y falta de instalación adecuada. Es ideal para salas de estar, quinchos cerrados o dormitorios grandes en zonas frías como Bariloche, Esquel, Tafí del Valle o la Sierra de Córdoba.
Los más comunes son:
Los calefactores modernos usan cámara de combustión secundaria y tiro invertido para maximizar la eficiencia. El tiro invertido hace que los gases calientes circulen por cámaras internas antes de salir, transfiriendo más calor al ambiente. La combustión secundaria inyecta aire caliente para quemar nuevamente los gases de la leña, logrando una combustión más completa. Esto reduce el humo, aumenta el rendimiento y prolonga la duración del fuego, permitiendo usar menos leña y mantener el calor por más tiempo.
Se recomienda usar leña seca y dura, como quebracho, roble, olivo o eucalipto, que arden más lento y generan más calor. La leña debe estar curada (secada al menos 6-12 meses) para evitar humo excesivo y acumulación de hollín en la cañería. Evitá maderas blandas (como pino) o tratadas, ya que producen más humo y pueden ser peligrosas. Usar buena leña mejora el rendimiento, reduce mantenimiento y prolonga la vida del equipo.
Limpia el interior después de cada temporada: retirá cenizas con pala y aspiradora, y limpiá suavemente los ladrillos refractarios con un cepillo de cerdas suaves o escobillón seco. Nunca uses cepillos metálicos ni agua, ya que dañan los refractarios. Revisá la cañería de humos cada 2-3 meses durante el invierno para evitar obstrucciones por hollín (riesgo de monóxido de carbono). Una vez al año, limpia el exterior con un paño húmedo y verificá que las bisagras y selladores estén en buen estado. Con mantenimiento adecuado, puede durar 15-20 años o más.
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